Agítese vigorosamente

Me mudo el sábado. No es la primera vez que lo hago, pero sí que es la primera vez, en que ha sido todo tan diferente. Tenía que serlo.

Me mudo el sábado, pero si miro hacia atrás, no dejo pendiente alguno. Ninguno que me corresponda.

Me mudo el sábado y hoy he leído en el sobre de un suplemento alimenticio: 

Agítese vigorosamente.

Y me detengo a pensar, 

    ¿no es eso lo que vengo diciéndole al mundo, 

                                        a la gente, 

                                                         últimamente, 

                                                                              a mi pasar?


Tuve miedo mucho tiempo. Nunca más:


Me he despojado de las ropas, de las ideas, de los amigos, de los amores que me sobraban. De los espantos, de los dolores, de todo lo incierto. Del miedo ruin. De la idea de que no valgo nada.


A cambio he traído conmigo unas cuantas certezas (¿a que suena a cerezas?: 

1) Yo sola soy mi abrigo. 

2) Esta figura con la que estuve peleada apenas me crecieron los pechos y no pude jugar más al futbol con los amigos, se ha llenado de algarabía, ha recuperado el placer al tacto deliberadamente ajeno. Deliberadamente al propio. 

             De entre las piernas, por fin, sustraigo regalos para mí. 

3) En mis manos resguardo a quienes han decidido quedarse. Aparecerse de pronto entre la lluvia de mis emociones y decir: estaré aquí para lo que necesites. Porque antes yo misma les ofrecí todo mi espacio, mi encariñar genuino, volátil.


CUA-TRO. Así que ya no estoy para caricias templadas, ni subrepticias, ni palabras ambiguas, ni gozos impelidos, anquilosados o muertos a rabiar por el impulso de la cobardía. 

 

5) A partir de ahora se me irá relindo la vida, diciendo: que sí, que me agites el corazón o no lo hagas. Para trozarlo, machucarlo o esgrimirlo, no será necesaria mucha más presencia. Ven. Con tus palabras, inventa conmigo un nuevo sitio donde quepamos, donde alberguemos esas noticias que vienen del viejo mundo, como quien escucha un canto mítico del que ha parecido superar su poder.


Me mudo el sábado. Ya veo las risas. Y el descanso. Y el portal ardiente que se me va despegando de las espaldas. Soy tan plural, que unas "s" de más, no importarán.

Vienen bien ahora, para viajar.

Romper la quietud del agua, con este cuerpo que, ya que ha sido abrigo,
también puede convertirse en barco. O en globo aerostático. O de pronto, también, en submarino.



El viaje por el océano. Cristina Añejos Cañada (2008). Óleo sobre tabla.


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