De profesión, pretextadora

Hoy no vine a trabajar. Me fui de juerga.
Sí, es cierto: estoy sentada frente al computador tecleando, deseando que este amasijo de palabras salga indemne; también es cierto que me veo muy profesional: toda mona, vestida con un tris de formalidad (llevo zapatos, no vaya a ser), chequé una entrada y muy probablemente cheque una salida.

Respeté la hora de la comida, aunque se me dio fatal levantarme temprano y terminar el guiso que cargué para tener algo que llevarme a la boca, sin las usuales presiones (ideativas, de mi parte, sobre todo) sobre qué comer (algo sustancioso y nutritivo); y sí,  igual es cierto que he conversado sobre trabajo y enfatizado los momentos más ríspidos de semanas anteriores. 

No obstante, me estoy perdiendo en la tangente, en la idea de que nada es para siempre y que me gusta lo que hago pero que siempre querré algo mejor.

Y sin embargo, me vengo reprochando todo este tiempo, ¿por qué en lugar de perder el tiempo, intentando conectar con un trabajo al que hoy no le viste forma, te pones a escribir? Vaquetona insulsa. Pretextadora de profesión. Larga trayectoria en los abandonos.

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